Stanley Kubrick: cómo la fotografía lo convirtió en un cineasta reconocido a nivel mundial

Ciudad de México, 29 de marzo 2018.-Corría julio de 1941. Stanley Kubrick recibía un regalo de su padre, doctor Jacques, que le cambiaría la vida: una cámara Graflex profesional.

Las razones eran varias. Desde que comenzó su etapa escolar, el primogénito adolecía de habilidades sociales, quizá por eso -teorizan algunos biógrafos- apenas concurría a la escuela, siendo educado en gran parte por sus padres en su hogar. Quizá por eso, el niño Kubrick era un apasionado del ajedrez, vicio sano que lo acompañó toda su vida y que también fue un legado paterno. Quizá por eso, también solía perderse en las lecturas y en las funciones dobles de los cines locales.

Y no fue un regalo desacertado. El adolescente Stanley comenzó a salir más seguido de su hogar en el barrio del Bronx, obsesionado por capturar el mundo a través de su lente. Esta pasión lo acercó a un vecino, Marvin Traub, quien también era un aficionado a la fotografía y que, para suerte de ambos -y de la historia del cine-, tenía un cuarto de revelado en su hogar.

“En la escuela era un inadaptado. Tenía muy poco interés por lo que me enseñaban, la lectura estaba relacionada a las tareas escolares. Creo que recién comencé a leer por placer cuando terminé el secundario. Sin embargo, sí había algo que despertaba mi interés: la fotografía”, dijo el director de La Naranja Mecánica y Senderos de Gloria, entre otras.

“Empecé simplemente tomando la cámara y sacaba fotos. Aprendí luego a armar un cuarto oscuro y todas las cuestiones técnicas, y así seguí. Hasta que llegó el momento en que empecé a buscar la manera de venderlas, de convertirme en un profesional”, recordó Kubrick en una entrevista.

Junto a Martin recorrían las calles capturando imágenes para regresar y jugar, por horas, con aquellos químicos que convertían en realidad lo invisible. Entonces, Kubrick admiraba a Arthur Fellig, conocido como Weegee, un fotógrafo y reportero gráfico ucraniano especializado en documentar el ambiente callejero de Nueva York de manera desgarradora.

“Fui paso a paso, enfrentando problemas y resolviéndolos. Y mirando hacia atrás, creo que esa experiencia es algo que no te enseñan en la escuela. Si puedes desarrollar ese costado, el de solucionar los problemas por tu cuenta, es increíble como te ayuda en cualquier otro tema. Así que creo que la fotografía fue algo mucho más valioso que las cosas que me enseñaron en la escuela”, sostuvo.

Mientras asistía a la William Howard Taft High School, Kubrick tuvo otros intereses, como tocar la batería en una banda de jazz, pero nada se comparaba con la fotografía. Así, se convirtió en director del club fotográfico escolar, por lo que comenzó a publicar en la revista estudiantil, tanto eventos institucionales como sucesos del exterior.

Stanley Kubrick pasaba horas en las calles, y así fue que consiguió la imagen que sería el principio de todo. En 1945, cuando tenía 16 años, capturó a un vendedor de periódicos en su puesto, en una actitud derrotada, desconsolada, tras la muerte del Presidente Franklin D. Roosevelt.

Llevó la imagen a Helen O’Brian, jefa del departamento fotográfico de la revista Look, una publicación que intentaba competir con Life a partir de las imágenes. Salió del edificio con USD 25 en el bolsillo.

Algunos meses después, colaboraciones mediante, terminó el secundario e ingresó al staff de Look, para convertirse así en el fotógrafo más joven de la historia de la revista.

Se hizo de abajo. Una mañana podía estar cubriendo un circo y por la tarde ocupar un asiento en el subte para captar el tedio en el rostro de los viajeros y por la noche el trabajo en una siderúrgica.

Con la confianza y el apoyo de sus compañeros, Kubrick comenzó a desarrollar un nuevo formato, que sería un paso más en su camino hacia el cine. Una técnica para contar historias a partir de pequeñas fotos con una cierta secuencia, siendo A Short Short in a Movie Balcony -publicada el 16 de abril de 1946- una de las primeras.

La historia de esta primera serie, lejos de ser real, indagaba en los avances románticos de un joven con su novia, como no podía ser de otra manera, en un cine. Los jóvenes eran sus amigos y la única persona del público que se ve, su hermana menor Bárbara. Kubrick llamó a sus amigos por separado, les dio instrucciones contradictorias y todo derivó en ella dándole una bofetada -eso sí fue real- al joven por impertinente. El director salía por primera vez a escena.

Le llegó, en el tiempo, la oportunidad de realizar reportajes con celebridades como Montgomery Clift o al pintor expresionista alemán George Grosz, el boxeador Rocky Graziano, como también comenzar a realizar ensayos fotográficos.

Prizefighter, publicado el 18 de enero de 1949, seguía la vida familiar del boxeador de peso mediano Walter Cartier durante dos peleas y también sus contiendas sobre el ring. La propuesta de Kubrick revelaba que la vida de Cartier era tranquila, repleta de luz, cuando estaba en su hogar, mientras que se volvía oscura, fugaz e inquietante durante una pelea.

Esta experiencia sería crucial para su primera película, Day of the fight (1950), cuando vuelve a contactar a Cartier, a quien siguió cámara en mano a lo largo de su rutina, repitiendo la esencia y estructura del ensayo Prizefighter.

“Stanley era una persona estoica, impasible, fuerte, y con una gran imaginación. Imponía respeto de una manera tranquila, tímida. Lo que él quisiese, lo hacías, simplemente te cautivaba. Cualquiera que haya trabajado con Stanley, hizo exactamente lo que él quería”, dijo Cartier en Stanley Kubrick, la biografía de Vincent LoBrutto.

El affaire con Look continuó hasta 1950. Fueron alrededor de 300 reportajes. Con Day of the fight comenzaba su andar detrás de las otras cámaras, que lo llevaron a dirigir 12 películas más, muchas de ellas ya consideradas clásicos de la historia del cine. Pero esa es otra historia. (Información: Sin Embargo, INfobae/ Fotografía: Sin embargo)

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