Historia de una estrella; hace 154 años nació Heineken

Ámsterdam, Holanda, 5 de abril 2018.- La esquina de las calles Standhoudeskade y Ferdinand Bolstraat es, quizás, una de las más concurridas de Ámsterdam, Holanda. Las razones podrían ser varias. Por ejemplo, ahí se encuentra la estación de salida de uno de los cruceros que recorren los fríos canales de la ciudad; sin embargo, dos filas de personas dan crédito mayor a un edificio de paredes cafés con grandes y llamativas letras doradas.

Se trata del museo Heineken Experience, que hasta 1988 fue la fábrica original de la cerveza Heineken. La espera para entrar es breve, a pesar de que es uno de los atractivos turísticos de la ciudad. Como su nombre lo dice, es toda una experiencia estar ahí.

Después de las taquillas, la primera parada es un pasillo, enmarcado por un colorido mural, obviamente de barriles cerveceros y algunas botellas de la protagonista de este lugar. La gente observa y empiezan las primeras fotos mientras un joven, que viste jeans azules, camisa negra y un moño verde al cuello, revisa los boletos de entrada.

Así nació

Adornada con barriles, diversas máquinas de madera, los famosos cartones de cerveza y costales de malta, la primera sala del museo –la única de la planta baja– empieza a contar la historia de esta rubia bebida. “Estamos en la primera fábrica de Heineken, una cerveza que al inicio sólo podía beberse en Ámsterdam, pero que pronto se propagó a París, a Londres y, ahora, está en todo del mundo”, narra uno de los guías.

Todo empezó gracias a Gerard Adriaan Heineken, quien a los 22 años compró una vieja fábrica de la cerveza De Hooiberg. Era un gran desconocedor de esta industria, pero su visión empresarial lo impulsó a acrecentar su negocio”, continúa.

Así, el 15 de febrero de 1864 nació en Ámsterdam la compañía Heineken, justo en la esquina  donde estamos parados. Con el tiempo y gracias al sabor que dio una levadura especial y su proceso de fermentación baja, esta cerveza adquirió popularidad y Gerard abrió más fábricas en otras ciudades”.
Al subir, las salas siguen la historia. Los documentos que se exhiben en el primer piso del museo, al cual se llega a través de una escalera angosta y rodeada de publicidades antiguas de la cerveza, muy al estilo pop-art, dicen que fue con Fredy Heineken, nieto de Gerard, que inició la peculiar identidad de la misma: la estrella roja y el fondo verde.

Las primeras tres salas del museo son pequeñas, por momentos es tanta la gente que entra que apenas sí se puede leer con detenimiento la información. Pero basta un poco de paciencia para lograr acercarse a las vitrinas y mirar a detalle las imágenes, las botellas y los cuadros con lemas y publicidades de la cerveza.

A continuación, un pasillo largo y en penumbras se convierte en uno de los más fotografiables. Colgando hay cajas de cristal con todas las botellas que ha tenido Heineken y en el piso están marcados los años en que fueron apareciendo cada una de ellas. Al fondo, una proyección en 3D de Charlene de Carvalho-Heineken, hija de Fredy Heineken y única heredera de este imperio cervecero, cuenta brevemente la historia de su ahora empresa.

Entonces, se termina la historia para seguir con la zona interactiva. Una sala amplia, muy iluminada y con cuatro largos y anchos cilindros llenos de agua, cebada, lúpulo y la famosa levadura “A” (el ingrediente estrella y que han usado por más de 100 años) llaman la atención y son un escenario más para las fotos del recuerdo. Mientras tanto, otro guía explica el proceso de elaboración de la cerveza.

Así da paso a la sala de producción. Con majestuosos recipientes de cobre y enormes vidrieras, este sitio es el más importante de todo el museo, puesto que aquí no sólo se fabricaron miles de litros de cerveza, sino que también se desarrollaron tecnologías y mejoras a la fórmula.

Por supuesto, también hay una zona que exhibe el proceso de embotellado. Pero, antes de llegar a ella, el museo invita a divertirse un poco. La primera aventura se inicia con la degustación de un vaso de cerveza, mientras otro rubio y alto guía explica que allá, en Holanda, no se dice “¡Salud!”, sino “¡Proost!”, para brindar.

A continuación, es hora de disfrutar de más escenarios para fotografiarse, cantar, subirse a bicicletas estáticas y jugar con cervezas virtuales. Así hasta llegar a una de las salas que más sonrisas y comentarios arrancan entre los visitantes: la dedicada al futbol. ¡No podía faltar, siendo Holanda una de las potencias en este deporte! Hay botellas conmemorativas, futbolitos y objetos (como playeras y balones) autografiados por diversos jugadores que alguna vez patrocinó Heineken, como Figo y Ronaldo.

Finalmente, es hora de disfrutar de dos cervezas (que van incluidas en el costo del boleto) en el bar del museo. Curiosamente, suenan canciones como Colegiala, de Margarita La diosa de la cumbia que, a pesar de estar en español, los visitantes europeos cantan con singular alegría, mientras se escucha “¡Proost!”.

En México

Heineken es uno de los grupos cerveceros con mayor presencia en el país.
Seis plantas productoras.
Más de 16 mil empleados.
Cuenta con 13 marcas y más de 20 productos.
Entre las cervezas que distribuye están Bohemia, Tecate, Indio, Carta Blanca, Amstel, XX Lager y Sol.
Caballos

Antes del siglo XIX, las cervezas Heineken se transportaban en carretas y caballos a lo largo y ancho de
Ámsterdam, por ello estos animales son los consentidos de la empresa. En el museo hay un pequeño establo, y sí, tienen caballos, que salen dos veces por día a pasear por las calles de la ciudad. (Información: Excélsior/ Fotografías Especiales).

Loading...