El teatro universitario se caracteriza por su espíritu fundamentalmente experimental, lo que no significa que no sea profesional. A través de sus diferentes épocas ha ido conformando un gusto y un estilo, tanto en sus espectadores como en sus directores y en la introducción de corrientes específicas en lo que a dramaturgia se refiere. El siglo XX se caracterizó como un momento de preocupación donde grupos, directores y dramaturgos están a la búsqueda de un Teatro Mexicano.
Y es de este último punto de donde voy a hacer un primer esbozo de lo que ha sido la dramaturgia femenina en México durante el siglo XX, identificar si existe dentro de ella una perspectiva de género y el grado de recepción que ésta ha tenido en el público.
En general, podría decirse que la dramaturgia nacional es uno de los espacios predilectos de la introspección sean las causas porque no existe una atracción por las formas impuestas por el realismo ni por la llamada “problemática social” y por ello los y las dramaturgas se han volcado sobre sí mismos. Por una parte, se interesan más por la metaforización de la problemática existencial y, por otra, por la exposición de esta problemática, dada, – en principio – a través de un teatro metafórico – visual y físico – que muestra las diferentes perspectivas de un mismo problema, de una misma persona. Finalmente, lo que importa en el teatro, es el comportamiento humano y, en ese sentido, también cómo conocer la conducta humana a través del conflicto que plantea el hecho teatral. En este caso, el mundo femenino.
Nombrar el mundo en femenino se refiere a la obra de reconocimiento y de creación de significado de las relaciones sociales hecha a lo largo del tiempo por mujeres. A esta obra de creación de significado, de reconocimiento del sentido del mundo en que vivimos, se le llama hacer orden simbólico. No es, sin embargo, un proyecto del siglo XX. Pienso que en todas las épocas de la historia ha habido mujeres que han vivido y han dicho el mundo en femenino desde su experiencia personal. Unas, las genias, como Teresa de Jesús, Virginia Woolf o María Zambrano nombraron el mundo a lo grande, acertando a consumar con su vida y su escritura una revolución simbólica, que logró captar el sentido nuevo y clave de toda una época, su verdad peculiar. Otras muchas, en buena parte anónimas, lo han hecho en su parte de la sociedad con su vida y su palabra, una palabra muchas veces no escrita para el público.
En este caso particular sí he de referirme a aquellas que dieron su palabra escrita específicamente para un público: las dramaturgas ¿de qué hablan? ¿cuáles son los temas centrales de sus obras?; ¿quiénes las protagonizan? ¿se atreven a nombrar el mundo desde un lenguaje femenino?; ¿hay una perspectiva de género en las dramaturgas mexicanas?; ¿esta dramaturgia femenina ha sido igual durante todo el siglo XX?; ¿evolucionó? Y si así fue… ¿de qué manera?
Para ello, iniciaré con una breve semblanza de algunas de ellas.
María Luisa Ocampo.- (1907 – 1974) De los temas acerca de la situación de las mujeres frente a la sociedad dio muestra en su primera comedia Cosas de la vida en la que recogió el caso de una madre, Luisa, que pese a su dolor al verse menospreciada y a su egoísta amor maternal comprendía su obligación de sacrificarse para no ensombrecer la vida de su hijo. Luego pasaría a conflictos más audaces para ser tocados por una mujer se su época: En La virgen fuerte planteaba el drama en torno a la eutanasia, y también la actitud heróica correspondía a una figura femenina. Al otro día fue una comedia de ambiente rural, con problemas específicos de la clase campesina, las inundaciones, la pérdida de cosechas y la emigración de los peones que terminan como presuntos braceros; pero había también el espíritu de una mujer, la madre, que se sobrepone a las calamidades para vencer las rencillas entre los hijos. Muchas otras de sus obras tocan temas femeninos como lo reflejan los títulos: Castillos en el aire, La casa en ruinas y Una vida de mujer. Todas ellas representadas antes de 1938.
Concepción Sada.- (1899 – 1981) En su comedia Un mundo para mí contenía puntos melodramáticos donde el mundo desolado de la protagonista se resolvía recobrando su poder creativo, “con el mismo amoroso acento y la misma fidelidad a los derechos femeninos que caracterizaron a sus obras en general”. Por otro lado, su teatro se distinguió por la discreta pasión con que elegía y componía sus temas de intriga sentimental y con el que expresaba su afán de reivindicación femenina. Aunque su producción dramática fue breve: El tercer personaje, Como yo te soñaba y En silencio es digno de mencionar que fue autora del proyecto que en 1939 fue presentado a la Secretaría de Educación Pública para la creación del teatro infantil
Luisa Josefina Hernández.- (1928) Su teatro se ha marca un parteaguas en la dramaturgia femenina apartándose absolutamente de otras escritoras que siguieron cultivando el melodrama. Su obra se caracteriza por un talento reflexivo capaz de controlar la “llamarada sentimental” pero conservando un dejo romántico creando un estilo particular acaso rayando en lo sombrío. El mundo cotidiano y los caracteres de provincia con sus distintivos conflictos familiares, constituyeron los grandes temas de sus obras. Sus personajes se caracterizan por ser complejos, con cierta acidez, frustración y amargura en algunos de ellos como es el caso de la tía Paloma en Los frutos caídos lo cual no deja en ningún momento de presentarnos seres reales aunque no particulariza sobre temáticas específicamente femeninas muchas de sus obras tienen como tema central las relaciones de pareja, característicos de la dramaturgia femenina y cito como ejemplo: Las bodas.
Elena Garro.- (1920 – 1998) Su teatro comprende asuntos que parecían sencillos por cotidianos y demasiado familiares, por su inmediata cercanía, porque eran juegos infantiles, recuerdos. Así lo alegórico y lo fantástico se ironizaba hasta hacerse poesía. En Un hogar sólido se trata casi de un teatro surrealista que muestra la íntima frustración femenina, no se daba nada parecido a la zona intermedia, etérea, indefinida, sino la crípta misma con sus muros y techos de piedra y sus literas empotradas en sus muros para descanso de los cadáveres; la losa sobre la tumba completaba un hogar sólido. Tema de particularidad significación en el imaginario femenino.
Maruxa Villalta.- (1932) Su principal obra dramática se ubica en los años sesentas y pasó por diversas tendencias estilísticas, desde el teatro del absurdo hasta el brechtiano. A este periodo pertenecen Una mujer, dos hombres y un balazo. En la década de los años noventa se vio atraída por un teatro de ideas cristianas donde destacan: Una voz en el desierto, Francisco de Asís, Jesucristo entre nosotros, y En blanco y negro. No puede decirse que su temática sea de índole particularmente femenina.
Sabina Berman.- (1953) Su obra dramatúrgica destaca porque ha sido de gran éxito dentro del teatro comercial. Desde sus obras dirigidas al público infantil han sido bien recibidas también por los adultos. En la década de los años ochenta sus comedias sobre temas de pareja han destacado en los escenarios. Entre ellas destacan: El suplicio del placer, Pecado de tu madre, El amor existe, Muerte súbita y por supuesto: Entre Villa y una mujer desnuda siempre buscando la vigencia de las relaciones sexuales de una generación que busca su definición entre lo heterosexual, lo homosexual y lo bisexual. Sin duda es también ésta una de las razones del éxito de que se haya mantenido tanto tiempo en cartelera. Si bien no es exclusivamente un tema que incumba a las mujeres, pues ya se mencionó que parte de su éxito radica en su temática de interés general, si considero característico de la dramaturgia femenina el preocuparse por su descripción y lo más rescatable de ello me parece es la visión y perspectiva de género que Berman aporta al teatro mexicano.
Estela Leñero.- (1960) Es una dramaturga no muy preocupada por su condición de género, más bien preocupada por la búsqueda de la escritura dramática propensa al minimalismo. Con frecuencia es la directora de sus propias obras como en el caso de Insomnio, Paisaje interior, Verbo líquido y Habitación en blanco. Siendo algunas de ellas verdaderos éxitos del teatro experimental.
Como se puede observar: hay más diversidad que unidad femenina.
Tanto a lo largo del siglo XX como si sólo nos remitimos a las últimas décadas de éste, la escritura de las dramaturgas resulta múltiple y sólo confluyen algunos aspectos pero predomina lo individual en cada una. Hasta ahora todo parece muy personal.
Fundamentalmente encontramos al realismo como uno de los comunes denominadores en la mayoría de las mujeres estudiadas. De la misma manera encontramos la relación teatro – imagen – palabra. Donde el lenguaje juega un papel fundamental en la dramaturgia.
También destaco el uso de las metáforas y el uso del teatro como un arte que puede transformar lo abstracto en concreto. Los estilos oscilan entre el realismo, el surrealismo y lo simbólico.
En cuanto a las temáticas tenemos las preocupaciones por la existencia cotidiana de las mujeres y la problemática de pareja como elemento común unificador. Los jóvenes como tema de un segundo plano y los contemporáneos.
Es común que dramaturgas como Estela Leñero y Sabina Berman confirmen que muchos de los temas de sus obras han nacido de preocupaciones muy personales.
Me parece importante destacar que las dramaturgas que se han preocupado por incluir una visión de género en sus obras, en realidad tienen una preocupación por las perspectivas y los puntos de vista desde donde se cuenta la historia, mismos que corresponden a las de los personajes que, al mismo tiempo, plantea un problema de construcción dramática, de estructura dramática ya que desde dónde se cuenta una historia, cómo la propuesta de la estructura misma parte desde donde cuentas la historia de este personaje, desde esta situación o desde esta fecha.
Por otro lado, la construcción de personajes femeninos no puede quedar fuera. En la dramaturgia femenina los personajes son casi tan importantes como las historias y están generalmente cargados de emociones y reacciones si no dominadas por ellas.
Me parece adecuado dedicar un espacio particular a la llamada “posición feminista” de Sabina Berman frente al tema de las relaciones de pareja, la sexualidad y el amor que se dice en determinadas situaciones llega a la sátira social. Al respecto el Doctor Armando Partida dice: “La variedad de temas y de historias abordados por la autora hace difícil establecer un seguimiento para poder determinar un modelo particular de acción dramática, sin embargo puede establecerse una dominante presente en varias de sus obras: su posición feminista combativa, no en contra de lo masculino, sino como búsqueda de un lugar propio en la sociedad, junto con la defensa de éste, que como ser humano le pertenece. De allí que al hablar de feminismo, no nos referimos al ortodoxo, al de la lucha a ultranza de los sexos (…) sino a uno más contemporáneo, determinado por lo que hoy conocemos, no como feminista sino como problemática de género”
En este sentido la dramaturgia de Sabina Berman asume con conciencia de causa esa posición frente al teatro, condición que no encontramos de manera explícita en las otras autoras. Lo que sí se puede afirmar es que más allá de los hilos conductores, comunes o no al trabajo de las dramaturgas mexicanas, siempre está implícita una visión de género que no necesariamente es feminista y que, en muchos de los casos es más bien misógina, no por voluntad expresa de su autora sino como consecuencia de la educación patriarcal.
La dramaturgia femenina ha aportado su visión en la descripción de los hechos íntimos de las personas (temáticas) sin embargo, no siempre se hizo interpretación ni crítica de ello. El trabajo fue meramente descriptivo. Los temas a los que se hace referencia son el amor, la pareja, el sacrificio, la culpa y la maternidad, característicos del mundo femenino.
Abordado desde la teoría feminista científica coincido con la posición del Doctor Partida la perspectiva de género busca un lugar dentro de la sociedad patriarcal donde la voz de las mujeres no sólo sea escuchada sino válida, reconocida por sí misma y no en función del discurso masculino o en oposición a éste sino simplemente como diferente, reconocido porque es, existe y es necesario nombrarlo.
Alejandra Teopa.