Pyeongchang, Corea del Sur, 15 de marzo 2018.-Arly Velásquez es el único mexicano que compite en los Juegos Paralímpicos de PyeongChang. Su sonrisa le acompaña siempre y el sombrero de mariachi que se pone al acabar las competiciones también, porque sea cual sea el resultado “la vida tiene que tener los límites que defina la creatividad”.
Velásquez nació en Cancún, pero a raíz del divorcio de sus padres se fue a los seis años a Ciudad de México con su madre. Confiesa que fue una buena decisión porque la ciudad le encanta “y siempre hay cosas que hacer para no aburrirse”. Allí se encontró por primera vez con la bicicleta.
Su primer deporte fue el ciclismo de montaña, pero a los 13 años, cuando era campeón juvenil y competía contra chicos de hasta 19 años, se rompió la espalda en una competición en Canadá y quedó en silla de ruedas.
“Estuve tres años de rehabilitación intensa, con ocho horas de terapia. Me sentía deprimido y necesité encontrar sentido a la vida y volver a ser un deportista. Intenté dar un giro y meterme en deportes adaptados”, apunta Velásquez.
Su tía, la campeona paralímpica de baloncesto Carmen Peñaloza, le ayudó a conocer el deporte paralímpico. “Empecé con natación, luego hice baloncesto, pero es que todos esos deportes son en espacios pequeños y yo necesitaba algo al aire libre”, apunta.
Siete años después de tener el accidente llegó al esquí alpino en el mismo sitio donde ocurrió. “Al probarlo supe que era lo que quería hacer el resto de mi vida”, señala.
“Me siento feliz y en la nieve soy quien soy. La vida tiene que tener los límites que defina mi creatividad. Estar en la silla es estar en dos ejes, pero un monoski es como una bici. Era un hecho que tendría que dar un cambio a mi vida. Vendí mis cosas de México, compré una camioneta viejita en la frontera y me fui conduciendo catorce horas a Park City. Ahí comenzó toda la aventura”, declara.
Sus entrenamientos los desarrolla en muchos lugares del mundo. México no tiene un equipo oficial y no suele ir a la montaña con otros compañeros.
Mis entrenamientos prácticamente son las carreras, por eso a veces me sumo a algunas invitaciones que me hacen. Las últimas veces he estado entrenando en Andorra, invitado por el equipo argentino, y también he entrenado con Holanda”, confiesa.
“Soy bastante nómada, voy a donde veo que tengo las mejores opciones. Llevo diez años en esto, la gente ve mi trabajo, que le pongo ganas y que no he llegado aquí por suerte. He hecho mucho sacrificio y he estado lejos de mi casa mucho tiempo. En 2017 creo que estuve en México dos o tres meses solo”, declara.
Aún no puede decir que viva de practicar el esquí, por eso su tiempo lo tiene que dividir entre buscar patrocinios y difundir sus hazañas a través de internet.
“Considero que he estado trabajando mucho más que cualquiera aquí. Aparte de ser deportista tengo que llevar el marketing, hablar con marcas, hacer mis propios videos e incluso volar un dron y desarrollar la silla”, dice.
“No puedo decir que viva bien de esto. No tengo ahorros, no tengo un apartamento para mí, no tengo la vida solucionada lo más mínimo, pero hago lo que quiero, lo que me llena de vida y estoy en el lugar que me hace sentir libre. Espero que así sea toda mi vida”, señala.
Estos son los terceros Juegos de Velásquez, puesto que ya estuvo en Vancouver 2010 y Sochi 2014.
“Los primeros Juegos fueron de aprendizaje. Llegué con poco más de un año entrenando. Terminar era el objetivo. Fui casi último, pero fue en ese momento que vi a toda la comunidad que había, con mucha gente dedicada a esto y un estilo de vida definido, y pensé que era lo que quería”, confiesa.
Arly compite con un monoski diseñado junto a un amigo que no era experto en fibra de carbono. “Existe youtube y a base de hacer prueba y error logramos algo increíble. Eso fue a la quinta o sexta vez”, sonríe.
Me costó dos años y medio disfrutar de sentarme en el monoski. Antes fueron muchísimas caídas. Como hice ejercicio previo y estoy fuerte, aguanté todos los golpes. Aprender este deporte te pone en riesgo cuando vas rápido”, declara.
Los resultados no le quitan la alegría a Arly, que no duda en fotografiarse con todo aquel que se le acerca al acabar las carreras, especialmente sus compatriotas, que le dan el sombrero de mariachi que siempre se pone.
“La suspensión está funcionando increíble, mi esquí está perfecto y físicamente me siento muy bien. Además, aquí en PyeongChang he acabado la racha de cinco carreras sin terminar desde la última Copa del Mundo en Canadá. Estoy muy contento”, confiesa Arly, que se marcha de Corea del Sur con un decimoséptimo puesto en la prueba de Supergigante. (Información Excélsior/ Fotografia EFE)